jueves, junio 17, 2010

NARRACIONES EXTRAORDINARIAS. A proposito de la fiebre futbolera.

Por: CÉSAR RUIZ

En mis días escolares mis ídolos eran mi profesor de la escuela don Gregorio Ramos, y Arnoldo Iguarán el primero era de carne y hueso, profesor de todo, gracias a quien incursioné en el amor por el futbol y las Ciencias sociales. El segundo debía imaginármelo pues las aproximaciones a su ser eran las imágenes proferidas por el televisor y las narraciones de los épicos partidos de Millonarios por allá cuando se ganó sus últimos títulos; el guajiro, excepcional delantero también de la selección Colombia del mundial del noventa. De las narraciones y descripciones de sus partidos me quedó una amplia fascinación por las leyendas y descripciones de los partidos y de todo lo que circundaba un evento balonpédico.
En el barrio de mi infancia, donde los niños crecimos jugando banquitas y rompiendo ventanales, existió un viejo patriarca de la narración, específicamente de los partidos que ya en la adolescencia pero sobre todo en una vertiginosa juventud nos enfrentaron en el potrero del barrio a toda una fauna entre la que se encontraban los más famosos marihuaneros y matones de la localidad. Recuerdo perfectamente las alineaciones del otro equipo con especímenes como “El Bambam” que no solo media más de 185 centímetros sino que era uno de los más agiles esculcadores de las billeteras y pantalones que dejaban junto a la línea los incautos que iban a jugar por primera vez. Su posición era la de volante de contención, y lo hacía muy bien, de hecho era conocido como El Atila de la defensa. En los 50 metros cuadrados que patrullaba el Bambam no volvía a crecer el pasto.

De este patriarca al que me referí con anterioridad, algunos decían que hablaba sencilla paja, pero para nuestro grupo de amigos cada borrachera en la tienda después de un partido o en un bar escuchando heavy metal desenmascaró el vigoroso verbo de Alexis Buitrago. El no hablaba por hablar, siempre que nos describía las jugadas en el pasto del potero un domingo cualquiera lo hacía con conocimiento de causa, ya que este era uno de esos jugadores conocidos como patrones de la cancha que no corren demasiado porque prefieren guardar tiempo para almacenar la información suficiente esperando el denominado tercer tiempo. Con ahínco repito que no corría exclusivamente por esta razón, no por pereza, ya que a pesar de una vieja lesión de rodilla don Alexis era un sabio monarca que vivía una juventud parecida a la de un dios: seminal, cruda y lozana.
Alexis no sólo describió al Bambam, desmenuzó las carreras de “el mono”, que corría con un cuchillo de carnicería marca tramotina amarrado al cinturón y jugaba con botas punteras; según los mitos más oscuros pateaba contendores y en caso de reyerta apuñalaba con sevicia, era otro volante de contención impenetrable que hacia línea con el tercer mosquetero, “El Cecilio”, un gordito bonachón que corría con un "bareto" entre los labios, fumaba él, fumaban todos, y ante nuestra temerosa mirada se lanzaban como indios sobre un fuerte donde los soldados duermen la siesta. Casi nunca o mejor dicho nunca ganamos, aunque tuvimos alineaciones de lujo. En la meta, Sosa, el único capaz de traer guayos originales para jugar entre vidrios, era el guardameta que los negros y marihuaneros del otro equipo odiaban porque se le tiraba a todo, a veces en pleno camerino invitaba a sus compañeros a "darse un duchazo", Sosa fue un poseído que se escapó algún día del casting del exorcista y aterrizó irremediablemente en Britalia. Tuvimos dos defensas increíbles, los hermanos Sandoval, siempre dijimos que si la naranja mecánica tuvo gemelos por qué nosotros no podíamos tener un par de hermanos. Verlos jugar era un esplendor, dos moles que sumaron en sus mejores momentos 300 kilos. Edwin y Franklin, dos defensas que adquirían mas lujo con sus nombres importados que conjugaban con sus técnicas de arrabal y se hicieron inexpugnables hasta que el gordo Edwin en un arrebato de esnobismo decidió adelgazar perdiendo todo el estilo y la fuerza que le dio su peso. El mito de Sansón aplicado no al pelo sino a la grasa... El volante derecho era Victor León, mejor conocido como Andrés o “el Kaiser colombiano” como lo bautizó don Cosme, este sí que era un guerrero Gurka del futbol, jamás se cansó, pero tampoco pasó nunca por una prueba antidoping. En el andarivel izquierdo corría el “señor Roa” que aunque no había ingresado a la policía daba más patadas que un teniente retirado del ejército. Luego la línea de volantes y allí estaba Alexis, quien inmoló sus tobillos en su intento por emular a Cruyff, dicen que inicio su carrera en un modesto equipo infantil llamado “las estrellitas”, luego pasada la mayoría de edad jugó en “los cavernícolas del futbol” equipo en el que jugueteó hasta su retiro. Ahí arribita de él jugaba yo. Jamás comprendí cómo este equipo de figuras rutilantes contrataba a un homoerectus , quizá siempre ilusionados con que me convirtiera en homosapiens y fraguara alguna forma de hacer un gol que nos condujera a la victoria…. Jamás lo logré.
Lo más importante no fue a la postre la cantidad de partidos jugados en esos potreros donde debimos enfrentar además un avieso enemigo: los charcos. Lo más importante era la redención virtual de los hechos. Los sumerios sabían combinar lo mágico con lo práctico, aprendieron a contar con los dedos y después construyeron jardines, templos, laberintos. Nosotros con el código silábico del fostra creamos la mitología de cada domingo por la tarde. Un jardín encantado en el que nuestra imaginación entraba sin falta después del almuerzo. A las seis de la tarde nuestra cabeza estaba llena de seres maravillosos y de cerveza, nuestras rodillas entre tanto llenas de tumores. El partido virtual reconstruido en la tienda siempre fue más hermoso que el real.

No hay comentarios.: