martes, agosto 05, 2008

Fantasma (CUENTO)

Por: CÉSAR RUIZ


El ruido que produjo el equipo de sonido atravesó su cerebro como un rayo en la oscuridad. Para el sencillamente en la escala de uno a treinta el aparato se había encendido en trece, numero que a las cinco de la mañana significa una ráfaga de ruido descomunal.
Su música no fue placentera, fue por el contrario un cúmulo de sonidos caóticos y con muy alto volumen. Sabía poco de decibeles, de hecho ignoraba prácticamente todo, nunca pensaba que eran o porque se denominaban así las unidades empleadas como medidas para expresar la relación entre dos magnitudes acústicas o eléctricas, esos temas se los dejaba exclusivamente a los físicos. El media el ruido o la potencia del ruido mirando la pantalla digital de su equipo de sonido, de su aparato musical, su artefacto amado, a fin de cuentas había sido el primer objeto comprado con su sueldo de topógrafo en una obra pequeña en las calles de Bogotá.

Muchos dicen que esta es la hora en la que más se disfruta el sueño, la hora en que se sumerge uno en los territorios de Morfeo. Para él era sencillamente hora de levantarse, por esta razón todos los medios que le ayudaran a despertarse servirían, todas las alarmas eran bienvenidas, si tuviera espacio seguramente habría comprado un gallo para que hiciera algunos aportes con su canto mañanero. Después de sentir el ruido bestial se levantó de la cama de inmediato, no tenía agüeros de tal manera que no le dio importancia al hecho de levantarse con el píe izquierdo, se acercó al equipo y bajó el volumen dejando la escala en cinco. Introdujo sus pies en unas sandalias que había comprado mucho tiempo atrás durante un viaje a la costa, tomó mecánicamente la toalla y se dirigió al baño.

Todo fue normal hasta ese momento, las actividades no cambiaron en nada, encendió la luz del baño, activó el circuito de conmutación que traía mágicamente la iluminación. Ingresó rápidamente y de inmediato se puso frente al sanitario, se dispuso a orinar como siempre lo hacia al levantarse. Fue una orinada larga y su vapor inundó el baño, lo notó en el espejo. Bajó la toalla de su hombro y se despojó del pantalón de su pijama, retiró también sus calzoncillos. Abrió la ducha y esperó con paciencia a que empezara a salir agua caliente, anteriormente se bañaba con agua fría pero ahora que recibía sueldo podía darse determinados gustos. Por fin empezó a ver como salía vapor y optó por meter el pie derecho como termómetro; consideró que el agua estaba en su punto, deliciosa según su gusto, como para meter su cuerpo entero.

Su ducha fue normal, como siempre. Lo único extraordinario fue una gota de shampoo que se alojó en su ojo derecho irritándolo. Lavó prolongadamente su cuello y detrás de las orejas, sacó el contenido de cera, lavó su torso y cuido de asear perfectamente su pene, finalmente con un artículo especial limpió su espalda y sus pies. Cerró la llave y el agua desapareció, sacudió su cabeza para que el líquido se desprendiera de su pelo. Levantó la mano, tomo la toalla y secó metódicamente su cuerpo como siempre lo hacía. Hecho esto tomó su cepillo de dientes, le puso una crema con un delicioso sabor a menta y aseó su boca revisando bien que el procedimiento fuera efectivo, paso un paño por su boca para secar los labios y salió del lugar. Se demoró la media hora habitual, tomó un trapero que estaba ubicado a unos pasos de la puerta y secó el baño. Terminado esto lo dejó en su sitio y fue a su cuarto subiendo los mismos quince escalones que ya no contaba.

Al entrar a la habitación del equipo de sonido salía una canción que lo sumergió en el mar precioso de su ritmo cadente, su letra lo llenaba de recuerdos, se concentró para oírla detenidamente y cantar:

“Si mis plegarias no fueran a la virgen sino a ti/que pensarías, que dirías si de la noche soy un pedazo/ de suelo que flota entre tus sueños/ sin movimiento…“

Mientras cantaba abrió la puerta del armario donde guardaba la ropa. Miró detenidamente el vestuario pensando que se iba a colocar, deseaba usar una camisa de color negro pero no la vio, tampoco el jean con que quería combinarla ni los tenis blancos que tanto le gustaban. Le pareció extraño no encontrar nada de esto, ninguna de las prendas que deseaba ponerse pero no tenía tiempo para buscar rigurosamente así que se coloco otra ropa. Terminó rápido y bajó a la cocina. Abrió la nevera, observó que había en su interior, tuvo la disyuntiva entre servir leche o jugo de naranja, se decidió por el segundo, lo hizo en un vaso de vidrio que había reclamado con tapas de gaseosa, un singular recipiente con un estampado del Chavo del Ocho. Abrió un paquete de galletas de fibra con sabor a miel para acompañar la bebida, consumió todo rápidamente y se dispuso a salir.

Al abrir la puerta se encontró con el mismo escenario de todos los días, una calle llena de basura y una pared con el graffiti: death before dishonor. No se fijó en esos códigos elementales que emite la ciudad desde su primer contacto con los ojos de los individuos, sencillamente inició su camino.

Pensó que cambiaría de ruta, ya no se iría por el vetusto centro de salud que se manifestaba todos los días con lamentables imágenes de gente pobre y enferma haciendo fila a la intemperie desde la madrugada. Se fue por el camino del parque que evocaba cosas mejores como el microfútbol que tanto le gustaba jugar y que además ofrecía un espectáculo más amable con algo de pasto y árboles sembrados que demostraban la negación de la naturaleza a entregarle el control absoluto de la tierra al hombre.

Caminó lento, extrañamente no podía hacerlo rápido, no tuvo más remedio que ver todo lo que de la calle emanaba. Vio construcciones absurdas, casas carentes de planificación y estética producto más de la pobreza que de la falta de proyección, sabía dentro de si que las construcciones hermosas solo podían estar donde la gente de dinero que podía contratar arquitectos. Camino por entre las calles de la ciudad que desde el momento de su fundación implementó el modelo hispano de cuadrícula pero que a partir del crecimiento inusitado había cambiado el concepto tradicional de espacio público pues en los barrios y conjuntos residenciales de la actualidad se obviaba la plaza como punto más importante.

Vio mierda de perro por doquier, en los andenes, al lado de las puertas, junto a el mismo. Pensó que era algo habitual y que en los barrios populares hay más perros callejeros con su caca que niños. Entró en una profunda reflexión sobre la pobreza, sobre las dinámicas absurdas que tienen que enfrentar los individuos para sobrevivir. Caminando notó que una alcantarilla no tenía tapa, los ladrones la habían robado, carentes de todo escrúpulo moral se la habían llevado, ahora más que nunca comprendía porque algunos le decían a Bogotá la capital mundial del hueco. De esta alcantarilla emanaba un gran olor a estiércol, a basura fétida y a ratas muertas. Sintió nauseas.

Caminó unos metros y se detuvo a tomar aire para reponer sus energías inhalando y exhalando varias veces. Retomó su lento y extrañamente aletargado paso. Caminó varias calles de un barrio pobre convertido en un escenario escatológico, en una de sus esquinas topó algo que lo impactó profundamente y le produjo un gran miedo. Un gran charco de sangre y las huellas de una llanta de automóvil que la esparcían sobre las lozas de concreto fluido que él mismo con sus procedimientos de observación de distancia, elevación y dirección ayudaba a pavimentar haciendo sus levantamientos topográficos; era la forma como se ganaba la vida en muchas de las calles de la ciudad donde ahora, a partir del encuentro la sangre sentía un extraño temor, miedo que no podía explicar.

Se detuvo nuevamente, olvido por completo el camino, esta sangre tenía algo que lo obligó a acercarse. Notó que estaba muy fresca, tenía un rojo intenso.
Sin intuir que habría pasado inició un proceso de especulación, cuestiones que lo sumergían en video clips explicativos.
- Pudo haber sido un ladrón el que cometió el asesinato. – pensó y empezó un monologo - seguramente quiso atracar a un hombre que venía borracho de alguna cantina, pero ¿seria realmente un asesinato?
- Tomó otro rumbo en su pensamiento, pensó que efectivamente había un ladrón. Lo imaginó perfectamente mientras caminaba, en su mente se dibujo un hombre que tenía pelo corto, blanco su rostro y ojos verdes, fumaba una sustancia que desprendía un olor nauseabundo y seguramente robaba para comprar más de esa horripilante sustancia. Pensó que al encontrar al borracho lo abordó sin darle tiempo de reacción y lo apuñaló en tres lugares distintos, el pecho, el brazo derecho y el abdomen. Imaginó con claridad el lugar donde se había incrustado el arma letal que era una manifestación de las partes asquerosas de la mente humana, una muestra de los lados oscuros del cerebro ya que el arma era un destornillador oxidado muy afilado contra uno de los andenes de la calle.

Seguramente está muerto- pensó mientras su cabeza elaboraba una idea de la cual se convencía, de hecho continuó profundizando en el acto y desmenuzándolo- la puñalada del pecho fue superficial, sólo traspasó las ropas y parte de la piel, se detuvo al chocar con una de las costillas, mas exactamente una de las costillas de la parte derecha. La del brazo se dio cuando el hombre quiso oponer resistencia. La del abdomen fue contundente, mortal, atravesó varios órganos importantes, el hígado y parte del estómago. Las huellas del automóvil que esparcían la sangre se debieron a que una patrulla de la policía encontró al hombre y pensaron que podrían salvarle la vida llevándolo a un hospital.

No sabia bien el porque, pero se sentía bien de dar esas explicaciones, consideró que los hechos habían ocurrido exactamente como el los imaginaba. Al terminar sus reflexiones notó que había caminado largo tiempo, que ya iba por una de las calles principales de su barrio y que se había alejado de su casa, vio una panadería abierta y se dirigió a ella. Al entrar se detuvo frente a un letrero que decía: “ si doy a la ruina voy, si fío pierdo lo mío, si presto al cobrar molesto y para evitar todo esto ni fío, ni doy, ni presto”, le pareció curioso pero efectivo, creyó que de todos modos tener un negocio de barrio pobre sería difícil, que todo el mundo o la mayoría de los habitantes de los sectores aledaños tendrían en algún momento de la vida que pedir prestado o fiado; pensó que en muchas ocasiones el mismo lo hacia en una tienda cercana a su casa, donde alguien que a fuerza de prestamos se convirtió en un buen amigo. Observó una pequeña vitrina repleta de dulces y pensó que quería una chocolatina con maní que eran sus favoritas. Una mujer despeinada y de rostro rubicundo atendía a los clientes del lugar. Seguramente la señora no tuvo tiempo de bañarse y peinarse – caviló - y se detuvo a observar sus enormes ojos desorbitados que parecían no verlo. La mujer continuó atendiendo a los demás clientes demostrándole indiferencia, situación ante la cual decidió salir del lugar, además creyó ir tarde a la obra y le preocupaba pues el era el encargado del equipo topográfico, tenía que entregarlo a las personas encargadas de medir ángulos y el poseía la llave del cuarto donde reposaban las herramientas
Aún varias cuadras después de la panadería sentía rabia de no poder probar la chocolatina, sentir su sabor y la exótica mezcla con el maní. Deseaba que su paladar hirviera de placer al pasar el alimento por su tracto digestivo para llenarse de energía, quería diferenciar los sabores, concentrarse profundamente en eso para olvidar el mundo, el ruido de los carros y buses que pasaban a su lado tan velozmente que parecían no observarlo, no quería pensar en el smog, ni el gas carbónico o el calentamiento global que el produce, ni en el efecto invernadero, ni en la capa de ozono. Sencillamente quería encontrar otro lugar para comprar la chocolatina, no se ocupaba en nada más, olvido su trabajo, solo caminaba. El sol incipiente empezaba a desprender los rayos sobre la ciudad de una manera inusual, con un haz incandescente que lo enceguecía a tal punto que lo obligó a cerrar los ojos por un momento.

Al abrirlos un gran frío lo estremeció, el escenario había cambiado por completo, del calor a un frío absoluto. Notó una gran algarabía que se opacaba por un pito ensordecedor, era un hospital donde algunos médicos se quitaban los guantes después de una operación infructuosa. Se estremeció, no pudo gritar, ni siquiera moverse, solo una lagrima se deslizó por su rostro al notar que su alma se desvanecía en el aire mientras que un enfermero tapaba una masa que era su propio cuerpo inerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

las sandalias fueron un regalo mio.........en la costa clro........me pareció estarlo viendo todo el tiempò en su rutinma diaria, normal, neurotica....
me recordo mucho un cuento de Cortazar: "La noche boca arriba" ........muy bueno por cierto.
Es bastante reconocible su lenguaje, su empleo de palabras: descomunal, cavilar....etc. si es una historia agradable me gusta bastante el final....contundente ja ja ja aji