miércoles, septiembre 23, 2009

UNA BOTELLA DE BRANDY Y UNA DE GINEBRA

Por: CÉSAR RUIZ

Ser profesor de historia me obliga a buscar todas las posibilidades para comprender el devenir humano, excavar en las montañas teóricas para encontrar posibles tesoros. Esta obligación deja a un profesor en una posición compleja porque en las manos tiene dos posibilidades: primeramente desentrañar la verdad en un mundo que se consolida con discursos que regularmente legitiman visiones privilegiadas, un mundo que se globaliza y en medio de esa dinámica se llena de brumas por excesos informativos y especulaciones que compiten con los saberes confirmados por la ciencia y la repetición; o como segunda opción perpetuar los discursos establecidos con sus marañas incluidas y así ser garante del stato quo

En medio de eso he venido hace algún tiempo abriéndole campo en mis esquemas de comprensión a la literatura como referente de análisis histórico y social y la verdad he tenido unos resultados interesantes (en este campo también hay que tener en cuenta que un boom mediático y comercial ha catapultado a la fama verdaderos farsantas que solo por fisgonear vidas ajenas se consideran escritores al alimentar de morbo algunas páginas en blanco. También han surgido verdaderos genios pero la discusión de quienes son quienes se hará posiblemente en otra ocasión) como la lectura de Juan de Dios Restrepo Posada (Emiro Kastos 1827 - 1896) en el cuento “Una botella de brandy y otra de ginebra”, donde me encontré de frente con algunas de las características fundamentales de la sociedad bogotana del siglo 19 en pleno nacimiento de la República.

La vida es en ocasiones la congregación de ilusiones, a veces se cumplen algunas y llevan a los hombres al umbral de la dicha, al nirvana de las satisfacciones. Sin embargo, hay momentos en que todas esas ilusiones se convierten en infiernos, en tristezas absolutas que empañan los amaneceres. Esa es posiblemente la historia de Telésforo Cascajón, un hombre humilde que encontró el amor en una pérfida mujer, mundana, que pisoteó sus sentimientos utilizando el engaño y la ambición. Telésforo un hombre sencillo de gustos austeros y simples había heredado de su padre una suma medianamente importante, y el hecho de ser el único descendiente de la familia Cascajón y una madre algo intransigente que continuamente lo exhortaba a conseguir una mujer con la cual pudiera extender su linaje.

Convencido por su madre conoció a Sofía, mujer de la cual se enamoró de inmediato por sus sinuosas formas, su garbo imperial y sus virtudes, educada, inteligente y envolvente. Así pues cayó en sus redes hasta el momento del matrimonio. Lo llevó al cielo para luego reducirlo a un purgatorio que fue su desgracia, su miseria. Al encontrar a un viejo amigo decide contarle sus penas mientras bebía brandy y ginebra. Durante la charla de forma amena nos llevan a conocer las falacias propias de una sociedad hipócrita del siglo 19 en la ciudad de Bogotá, y en el camino recogemos impresiones sobre indumentarias, vocabularios, un tesoro encontrado que contiene formas y concepciones que ayudaron a construir la ciudad y además fueron los atavíos con que se vistió la emergente República de Colombia.

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