NOCHES TRISTES

Este es uno de los cuentos que he creado en mi incipiente carrera, espero comentarios......


Una de la mañana hora de levantarme, quitaré lentamente las cobijas ya que está haciendo mucho frío. Por aquí dejé las chancletas, si, debajo de la cama. Ahora como siempre iré a la cocina, pero que digo ¿a cual cocina? se me olvida que aquí no existe eso, ni baño propiamente dicho.

Aún me pregunto ¿Cómo puedo vivir en estas condiciones?, un rancho precario en tablas donde entra demasiado ruido, por donde el sol observa la miseria al asomarse por las rendijas dejando entrar una luz mortecina. No tengo cocina en este espacio improvisado de seis por seis metros donde apenas poseo una estufa que funciona con un pequeño cilindro de gas de veinte libras. Una división lamentable con unas sabanas que se pudren de viejas que hacen el papel de cortinas definen lo que es el baño, lo que solo yo conozco como baño pero que realmente no lo es pues así no se le puede llamar a esa taza que ni siquiera tiene cisterna.

¿Cuál fue el origen de todo esto?, pregunta de cada día y sin respuesta, ya no quiero obtener una, no quiero que el cofre de mis recuerdos se abra para hacer mi existencia todavía mas lamentable. Mejor me dedico a lo que tengo que hacer. ¿Dónde están las ollas con el agua?, ya me acuerdo, las deje puestas sobre la estufa para ahorrar tiempo y trabajo, solo tengo que encenderla… Aquí están los fósforos, en la cajetilla que no cambia jamás, un monarca eterno dibujado en una de las caras de la caja mostrando una paradoja de la sociedad, unos cuantos pierden la cabeza y dejan de existir para que otros permanezcan vivos y en el poder. Prenderé un fósforo. Este sonido me gusta, su roce contra una de las paredes de la caja produciendo una chispa que mas adelante muestra el fuego. Ya está, ahora abro la perilla de la estufa y a hervir el agua.

Bueno, ya hice lo primero, proseguiré con lo segundo, voy a echarle dulce a una de las ollas. Creo que con esta es suficiente, la operación la se de memoria: un cuarto de panelón por cada dos litros de agua. Voy a dejar que hierva mientras me cambio…

Este pantalón esta bien, bueno a fin de cuentas siempre me pongo el mismo, no tengo más. La camisa tiene el cuello roído, me toca llevarlo a que le den vuelta, por ahora no puedo darme el gusto de comprar una nueva, y recibir ropa usada no lo haré jamás, así digan que soy orgulloso. Bien, medias, zapatos que ya de tanto uso parecen los de un indigente.

Ya estoy listo. Me voy a lavar la cara, sacaré una totumada de esta caneca donde guardo agua, el cuerpo no me lo baño por dos razones, en esta loma bañarme a totumadas a esta hora me congelaría de inmediato y además siempre me ducho por las tardes para aprovechar el calor del sol que es de lo poco gratuito que se puede disfrutar en esta ciudad.

Ya se escucha el zapateo del agua, ya está lista, voy a hacer el tinto. Las dos ollas están listas. ¿Dónde está el café?, aquí, bien lo encontré, voy a echarlo en una de las ollas, también sé la medida de memoria a fin de cuentas ya es mucho tiempo repitiendo esta operación maquinal. El agua de de la otra olla de una vez a los termos de la aromática mientras el tinto se aclara… Muy bien, con cuidado de no quemarme como la última vez que me quedaron los dedos ampollados. Tranquilo, con cuidado que aquí está el dinero para seguir sobreviviendo. Diez aguas aromáticas por cada termito, entre estos tres frascos recojo algo de platica.

Miraré si el tinto esta listo, removeré los granos gruesos con esta cuchara vieja que siempre me ha acompañado y ya está doblada por el uso y el abuso. Tranquilo nuevamente, igual es labor de todos los días, debería hacerlo ya con los ojos cerrados. Listo, ahora voy a meterlos en el carrito. Que no se me vayan a olvidar los vasitos, los sobres de aromática y los cigarrillos.

Bueno, todo listo, saldré a trabajar.

Desde aquí en el cerro veo la ciudad como una enorme telaraña llena de luces o ¿será que la ciudad es una araña que teje la red que nos atrapa a todos?, no lo sé, en realidad prefiero omitir esas reflexiones.

Mejor voy bajando porque el camino es largo y culebrero, además es casi una hora de camino para llegar al lugar de trabajo y ya van a ser las dos de la mañana. Seguramente mientras bajo me toparé a los mismos borrachos de siempre, perdidos en medio de un mar de alcohol tratando de ahogar unas penas que hace mucho tiempo aprendieron a nadar en los mares donde desembocan todos los licores. Adelante el ñerito que siempre me pregunta por cigarrillos para fumar el vicio que consume y que paradójicamente a el también lo consume para poco a poco convertirlo en despojo humano. Luego la señora del caldo parado que siempre que paso me saluda con una sonrisa triste enmarcada en su rostro, claro que cada vez que observo su carpita está abarrotada de taxistas y uno que otro rumbero que consume sus sopas, mondongos, empanadas y huevos tibios…

Por fin llego a mi punto de trabajo, la bomba de gasolina, un sitio que para mi es un lugar de culto y que con el paso de los años se ha convertido en mi segundo hogar, donde vivo varias horas cada día, es un buen punto para conseguir mi sustento ya que entre las dos y las cinco o seis de la mañana siempre alguien se detiene con frío y me compra un tintico, una aromática o se lleva un cigarrillo, algunos se acuerdan de mi, es posible que los asalte la lastima y vengan exclusivamente a comprarme.

Yo me pregunto ¿Dios, si ellos se acuerdan de mi como es posible que no te acuerdes tu, no ves que ya tengo 85 años y no quiero vivir más estas tristes noches bogotanas?.